Los Miserables

Los Miserables

Víctor Hugo publicó en 1862 su novela Los miserables. La sitúa en Montfermeil, un suburbio al este de París, dentro de la zona de Saint-Dennis. Ahí mismo sucede la historia de esta película, más de 150 años después. El adolescente revolucionario Gavroche tiene ahora el rostro negro y sus exigencias de libertad y justicia siguen más vivas aún.

La película del francés Ladj Ly inicia con la final de la Copa del Mundo de 2018, donde se enfrentaron las selecciones de Francia y Croacia, y los franceses fueron los campeones mundiales de fútbol. Las escenas muestran a miles de jovencitos en París, con rostros de tantas razas, unidos en la fraternidad común que ofrece el fútbol de forma tan efímera. Enseguida, el regreso a los suburbios pobres, al vagabundeo en las calles, a las pandillas, al aprendizaje de sobrevivencia.

Los primeros protagonistas que se presentan en la película son tres policías de la brigada contra la delincuencia, asignada precisamente al barrio de Montfermeil: Chris es el duro jefe; Gwada, el compañero joven obediente; Stéphane, el nuevo policía recién llegado a París. Ellos representan la ley y el orden oficiales; pero hay otros personajes en el barrio que también llevan su propia ley y organización, con sus propios líderes, entre los grupos africanos, los musulmanes, los traficantes de drogas, y con la demarcación de los espacios públicos, el control de sus intereses, el manejo de los conflictos y la violencia, el adoctrinamiento y el proselitismo. En medio de esta realidad, la narración se irá centrando –poco a poco- en los niños y adolescentes como aprendices de los adultos y como futuros protagonistas. Una narración cinematográfica que más parece cine documental, con un excelente manejo de la cámara –especialmente las tomas áreas- que se va metiendo entre los callejones, los multifamiliares, y los diversos grupos, en una tensión siempre latente y a punto de explotar.

El detonante será algo en apariencia muy simple, y más porque está en manos de adolescentes: el robo de un cachorro de león que ha escapado de un circo de gitanos y un dron que sobrevuela el barrio, comandado por un chico afro. La brigada policíaca será retada a actuar para detener el conflicto o para exacerbarlo; esta segunda vía será la que tomarán, casi sin saber cómo, casi para justificar que ellos tienen el poder oficial. Pero las posturas diversas de los tres policías ante la situación harán cortocircuito entre sí, sobre todo ante el reclamo ético del advenedizo Stéphane. Entonces, la tensión irá creciendo entre los variados grupos del barrio, y atrapará también la tensión de los espectadores, y los jovencitos adolescentes se convertirán tristemente en los protagonistas del cauce imparable que tomará el conflicto social.

Los nuevos “hijos de la Patria”, estos chavales violentados, asumen en carne propia los versos finales de La Marsellesa: “Entraremos en la cantera cuando nuestros mayores ya no estén; encontraremos sus cenizas y la huella de sus virtudes. Menos celosos de sobrevivirles que de compartir su tumba, tendremos el sublime orgullo de vengarlos o de seguirlos”. Vengarse o seguir el ejemplo de los adultos: desafortunadas elecciones las dos.

Estos jovencitos, ciudadanos franceses pero de segunda categoría, desplazados de los beneficios sociales y de la educación, aprendices de la violencia y del crimen, sobrevivientes de la pobreza, miserables, reprimidos y humillados por los adultos –sea del grupo que sea-, se convierten ahora en autores del guion de la historia y del clímax de la película. El director maneja una extraordinaria secuencia final, en la que dos miradas y dos armas se han de enfrentar: el policía y el adolescente, cada uno dispuesto a disparar; y una tercera mirada: la del chico del dron, ahora testigo a través del visor de la puerta cerrada. Ambos quizá nos representan a nosotros, a toda la sociedad: vemos la realidad, no podemos escapar de verla, la registramos, la padecemos, pero quizás no actuamos sobre ella. El último acercamiento es el rostro triste de un chico golpeado. La cámara se va cerrando como un iris sobre él. Nos mira directamente y nos interroga.

Los miserables es la primera película de Ladj Ly (nacido en 1978), ciudadano francés pero proveniente de Mali. La película obtuvo el premio del jurado en Cannes en 2019, fue seleccionada para los premios Oscar y los Globos, y ha obtenido más de veinte premios y cincuenta nominaciones.

 

México, mayo, 2020